Empezaré por el final y lo haré con una frase concisa, tajante y verídica… he conocido el paraíso y les contaré dónde está para que vayan.
Archipiélago de San Blas, 340 islas, casi una por año. Imagínense una isla de 100 metros, agua cristalina, arena blanca y repleta de palmeras cocoteras; al lado, al frente, detrás, más islas pequeñas con una sola palmera o llena de ellas.
En la playa, a 15 metros, un arrecife de coral y peces multicolor; en la isla unas 6 hamacas, una cancha de vóley sin pelota, nuestra cabaña y poco más.
En San Blas se trataba de relajarse, alucinarse y encontrar aguas cristalinas color turquesa para hacer fotos insanas y envidiosas aunque no lo conseguimos. Lo de las fotos digo, o sí… Creo que no hay objetivo digno de retratar tan magno y bello paisaje o quizá debería decir todo lo contrario. Nunca fue tan fácil construir y fabricar postales.
Ok empiezo…sé que todos lo están deseando.
El destino hizo que nos cruzáramos en Panamá City a Christophe y Josephine y Liam, y pudiéramos compartir el paraíso.
Para llegar a San Blas desde Panamá hay que hacer un primer tramo en 4 X4, por una carretera aceptable; aprox. 3 horas. Luego, en Miramar, hay que agarrar un barco hasta la isla de turno, el trayecto dura aproximadamente 1h 30 min. Para los que hayan estado, quizá fueron por cartí y solo hicieron 25 minutos de lancha pero la carretera ahora está cerrada, de manera que solo se puede entrar por Miramar.
Prácticamente al salir del 4X4 empezó a llover como pocas veces he visto. De las barcas que llegaban de las islas, bajaban los turistas tiritando de frío y con cara de haberlo pasado realmente mal, brrrrrrrrr
Seguimos las indicaciones de los patrones, ¡qué remedio!, y esperamos ansiosos nuestro turno.
Por miedo a quedarme con el pasaporte y demás enseres técnicos deshechos, compré unas bolsas de basura para impermeabilizar mi casa portátil y, a la orden, subimos al barco.
La lluvia aún caía tímidamente, los demás tripulantes y yo andábamos inquietos. A medio camino el motor hizo aguas. Imaginen mi cara, lloviendo, tiritando, sin seguridad alguna de llegar a la isla con alguna parte seca de mi maleta.
La situación era la siguiente. La lluvia nos daba fuerte, andábamos mojados, mi maleta estaba resguardada por una triste bolsa industrial de color negro, deambulábamos en medio de la nada, mi mala hostia crecía al no recibir una respuesta positiva del capitán: “Creo que es la bomba de gas friend” “Creo???” grrrrrrrrrrrr Creo nunca es una buena respuesta…al menos no es contundente je je
Como no podía ser de otra manera la Guadalupana apareció de nuevo y nos sacó del marrón. Tras 3 intentos fallidos del motor apareció una embarcación con un pibe que consiguió repararlo.
Después de 10 horas, 10 rudas y desesperantes horas, llegamos a una preciosidad de isla. Nos recibieron con un, “ustedes han venido a disfrutar, no se preocupen agarramos las maletas nosotros”. Al poco rato nos enseñaron un cubo repleto de langostas y centollos, nuestra cena mmmmmmm
Sí, 10 horas de viaje, algunas de ellas bajo el viento y la lluvia, no me quejo no. Si este es el peaje para llegar al paraíso lo pago de nuevo mañana mismo.
No fue hasta al día siguiente cuando apreciamos la magnitud del paisaje.
Ina, el propietario de las cabañas dónde nos hospedamos, fue el encargado de hacer que nuestra estancia en la isla fuera de 10.
El primer día nos llevó de pesca y la verdad es que fue una de las mejores experiencias de mi vida, y no es para menos!! Pescamos un tiburón, un tiburón!! La descarga de adrenalina fue brutal, bestial!! Un tiburón¡!
También conseguimos pescar una langosta, la más grande que he visto jamás. Los que me conocéis seguro que no os costará imaginar mi cara de flipe y los gritos de emoción que solté, yo, mi bro, Cristo, Josephine y Liam.
Llegamos a la isla shoqueados, gritando: “Hemos pescado al tiburón!!” Orgullosos de nuestra pesca, decidimos inmortalizar el momento e hicimos mil fotos, diez mil poses distintas, ahora solo, ahora todos, bla bla bla
Todo ello fue servido a la hora de cenar. Para la cena se unieron una pareja encantadora from the Basque Country, Olga y Alberto, junto con Mariana y les contamos con orgullo nuestra azaña.
Los 8 hemos estado todo el tiempo boquiabiertos y felices. Hemos compartido langosta, aguas cristalinas, colores turquesa, cielos repletos de estrellas, hermandad, cariño y puestas de sol, unos cuantos litros de Ron y el convencimiento de haber pisado el paraíso.
Podría contar los detalles de cada excursión, que esnorqueleamos un barco hundido, que vimos los corales más bonitos que jamás he visto, que durante 4 noches hemos comido marisco de calidad y que nos hemos emborrachado prácticamente cada noche…pero seguro que me dejaría comas, puntos y a parte y miles de detalles por contar. Hagan que su imaginación vuele y se acercaran, seguro.
Con Andy quisimos homenajear a la Clabu, así le gustaba llamarse a mi madre y mientras la puesta de sol nos maravillaba y nos regalaba un precioso naranja esparcimos emotivamente parte de las cenizas de nuestra madre.
Ya veis, todo sigue. Los días pasan, hoy cumplo 2 meses de viaje y no quiero pensar en la vuelta. Sea como sea cuando vuelva sabré que el paraíso existe y yo estuve en él.
Christophe y Josephine y Liam ya os echo de menos! Cuidense guey y nos vemos en London y Barcelona como mínimo. Por unos días el mundo fue nuestro, por unos días compartimos el paraíso y eso no se olvida.
Os echo mucho de menos pero no tanto como para volver.
Love
Willy
Ya ves nen,... espero que aquest paradís t'hagi calat tant q quan arribis a barna encara en portis una mica a sobre! ;) Quina passadaaaaa! I sí, t'imagino fent uns berridos tremebundosssss, jijiji. mua!
ResponderEliminarQue guapo tio!!! Molt wapes les fotos!! Quin filtro fas servir x retocarles???
ResponderEliminarSergi estan fetes amb una app del iphone, hipstamatic...la bomba !!
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