jueves, 1 de diciembre de 2011

Las minas de Potosí













Potosí, situada a 4100 metro de altura por encima del nivel del mar, es considerada la ciudad más alta del mundo.

Prácticamente toda su población vive por y para su Cerro Rico: Una montaña explotada desde la época de la conquista, que con sus fuentes minerales, como la plata o, el zinc entre otros, ha dado la riqueza a unos y la desesperación a otros. La locura de dinamitar y picar cada uno de sus rincones lleva persiguiendo a su población, en búsqueda de una buena veta, desde hace varios siglos. Una locura que provoca que familias enteras caven durante toda su vida, tragando polvos tóxicos, sin ninguna condición de salubridad o seguridad laboral y haciendo jornadas insaciables de 24 horas.

La visita a las minas de Potosí en, s sin duda, una de las experiencias más impactantes de mi viaje por tierras latinas.

Al adentrarse en sus túneles, desde el primer momento uno puede percibir la oscuridad, puede notar y vivir en primera mano la frialdad que se respira en cada uno de los rincones de los malditos túneles.

El viaje hacia las entrañas de las minas se realiza entre estrechos túneles, claustrofóbicos agujeros, olores intensos, desagradables en su mayoría, y temperaturas que oscilan entre los 5 y los 45 grados de temperatura, dependiendo siempre del nivel en el que uno se encuentre.

La mina está dividida por parcelas, cada una propiedad de una cooperativa o de particulares. La edad de los mineros comprende des de los 10 a los 60 años. La mayoría de ellos tiene una esperanza de vida de unos 45-50 años y viven toda su vida atrapados en un agujero con una única meta, una buena veta.

Les persigue la enfermedad de la fiebre de plata. Quieren retirarse a cualquier precio.

Cuentan las narraciones de época que el Cerro Rico medía unos 4800 metros, en la actualidad alcanza los 4400. Onzas y onzas de plata salieron de la montaña. Cuentan también que con toda esa plata hubiera sido posible construir un puente entre Potosí y Madrid… ¿se imaginan?. La leyenda también cuenta que con los cuerpos de los indígenas asesinados por los Españoles también hubiera sido posible construir un puente de las mismas dimensiones…ufffff.

Actualmente la montaña no brinda tanta riqueza como antaño; es más, parece un gruyere caducado. Aun así, los mineros, siguen trabajando a diario, doblando turnos y triplicando si hace falta. Siguen mascando gramos y gramos de hojas de coca, encienden miles de mechas al día, arrastran decenas de vagonetas de unas 2 toneladas de peso, en condiciones laborales que duelen al alma solo de pasearlas, palparlas y oírlas de primera mano. El jornal, como siempre, una mierda.

El gobierno hace oídos sordos y las minas las gestionan las propias cooperativas que, cegadas por encontrar una buena cosecha de minerales, permiten que muchos niños dejen de ir a la escuela y sigan su único destino fatal. Ser minero y morir de silicosis a los 40 años. Y, amigos, no es que hoy tenga un día fatal, solo trato de relatar de lo que vi.

Eso si, Potosí es patrimonio de la humanidad declarado por la UNESCO. Y yo me río de ello. ¿En qué mundo vivimos?

Les recomiendo que busquen el documental Devil’s Miner y juzgen ustedes mismos
Os echo mucho de menos pero no tanto para volver.

Love

Willy


No hay comentarios:

Publicar un comentario