martes, 6 de diciembre de 2011

Cosas que ocurren cuando uno viaja solo.













Durante estos meses, como saben, he andado acumulando sellos en mi pasaporte. Mi viaje, de alguna manera, se ha dividido en 3 partes: la primera la hice con Rían, la segunda con Andy, puntualmente con Martí y Tria, y la última y definitiva la he realizado solo. Todas prácticamente de igual duración, 2 meses cada una de ellas.

Pero las tres han sido absoluta y totalmente distintas. No es lo mismo salir de viaje con tu pareja, con tu hermano o amigos, o solo. Viajar es viajar… sí; el fin es el mismo, pero el modo varía. En todo caso, este texto está enfocado a mi experiencia de viajar solo por las Américas.

Viajar solo tiene tanto de bueno como de malo. Lo bueno es mucho más bueno y lo malo es lo peor. ¿Cómo se come esto? se preguntarán.

Algunas de las cosas buenas es que uno decide todo el tiempo por sí mismo, no tiene que lidiar con nadie, es libre de hacer lo que de la gana. Tú eliges: derecha o izquierda, quedarse o irse, hacer o no hacer, gastar más o gastar menos, baño privado o compartido, dormitorio o habitación individual, comer aquí o comer allá, bus turístico o bus público. Ser o no ser.

Cuando uno se equivoca (aaaaaaiiiiisssss qué peligrosa palabra!!!) se come solito el marrón, al son de tú te lo guisas tú te lo comes.

Al viajar solo puedes convertirte en tu mejor amigo pero también en tu peor pesadilla. Hace tiempo escribí una frase perfecta para la ocasión: uno mismo puede ser su peor enemigo. Hoy añado: uno puede ser su mejor amigo.

Entre lo bueno de viajar solo está el hecho de no dejar de sorprenderse, dialogar consigo mismo, conocerse más. Estando solo, de repente, empiezas a saber más y más, aparecen facetas que estaban escondidas; vertientes que se intuían y rincones que ni si quiera sabías que existían salen a la luz. De pronto, uno tiene tiempo suficiente como para responder preguntas que hacía mucho tiempo, la rutina, no permitía contestar.

Otra de las oportunidades de viajar solo es que te dispones, de manera mucho más abierta, al entorno y a conocer gente. En cambio, cuando viajas en pareja o con tus amigos, por lo general, te quedas encerrado en el mundo cercano, sin traspasar las fronteras de la siguiente silla de tu autobús.

Solo todo es mucho más intenso: todo es mucho más o mucho menos. El viaje toma una dimensión diferente. Todo se magnifica.

Pero, como también decía, lo triste es mil veces más triste, la lluvia moja mucho más, la comida mala sienta mucho peor, una diarrea se convierte en la peor enfermedad posible, un simple mareo en el bus puede terminar por ser una pesadilla, un retraso en tu camino puede convertirse en un drama.

La buena noticia es que lo bueno se convierte en lo más, en lo nunca visto, en lo más exquisito. Un acierto vale el doble. En definitiva, como les decía, todo se magnifica y cualquier pequeñez crece exponencialmente.

Les contaré algunos secretos del viajante errante.

Una de las claves de viajar solo es escoger un buen hotel. Base de miles de actividades y una buena forma de conocer gente que se sume temporalmente a tu aventura.

En general, la mitad del valor que damos al sitio que uno pisa, está directamente relacionado con la relación que estableces, en aquel lugar, contigo mismo, así como con aquel o aquellos con quien lo compartes.

Un sitio puede ser millones de veces más bello si la compañía es buena y si uno está en armonía consigo mismo. Como la vida misma, ¿verdad? Armonía.

Otra de las cosas buenas de viajar solo es que uno puede decidir cuándo estarlo y cuando no. Lo malo es no poder compartir muchas de las cosas con tu pareja o tus amigos.

Recuerdo mi despedida con Andy. Mi primera noche solo en un hotel en la Paz. En ese hotel habíamos pasado las primeras noches en la ciudad, los dos juntos. Pero ahora estaba solo, mi habitación era más fría, estaba vacía. Vacía en todos los sentidos posibles. Al despertar seguía solo. Estaba yo y mi mundo. Estábamos nosotros. Recuerdo que sentí miedo. Una ciudad en la que ya había estado y que, aparentemente, tenía controlada me venía grande.

Hoy, después de un mes y medio de dar tumbos solo, me siento cómodo. He tenido grandes momentos, he conocido gente tremenda y he disfrutado mucho conmigo. He tenido momentos duros. Alguna vez incluso pensé en abandonar mi viaje invadido por pensamientos negativos, más de una vez la inseguridad ganó la partida. Les aseguro que la oscuridad en una habitación con 10 personas que uno no conoce a veces no es agradable.

Alguna que otra vez perdí el norte pero, por suerte, siempre recuperé el sur y volví a pisar tierra firme.

Les echo mucho de menos pero no tanto como para volver

Love

Willy

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