miércoles, 7 de diciembre de 2011

Tupiza, Uyuni y coctel emocional






















De las minas de Potosí nos trasladamos a Tupiza en búsqueda de relax y de nuevos paraísos con los que alimentar nuestras páginas en blanco.
El trayecto lo realizamos, sin duda, en uno de los peores autobuses en los que he montado jamás. Ocho horas encerrados en un bus con unos asientos más bien justos, sin baño, con 10.000 millones de olores que danzando, entremezclándose y formando un desagradable tufo.
La ventaja de viajar en un autobús nocturno es que te ahorras una noche de hotel mientras avanzas metros; la desventaja es que descansas más bien poco, sobre todo si eres de mal dormir como un servidor.
En Tupiza se nos unió un singular viajero. Uno de esos hippies de sesenta y tantos, yanqui, que aún continúa creyendo en la marihuana como modo de vida y piensa que los celulares y el Facebook los carga el diablo.
Pasamos la primera noche en un hostal que luego desertamos hasta llegar al hotel Mutri: 5,5€, con piscina, desayuno y el único sitio del pueblo con Wi-Fi y con la mejor agencia de viajes.
Un día entero lo dedicamos a tomar el sol, pinchar música y relajarnos a base de cerveza y chapuzones a 3000 metros de altura.
Al día siguiente hicimos un triatlón, un paseo en jeep visitando los alrededores de Tupiza, un paseo en caballo y un descenso en bicicleta. Todo espectacular y muy divertido por solo 20 euros.
Allí fue dónde conocimos a Skip y Sarah, nuestros compañeros en el tour hacia el Salar de Uyuni. Pero antes hicimos una cena con toda la troupe que fuimos formando desde Potosí; un delicioso churrasco, rociado de un vino boliviano, nada espectacular pero que a mí me supo a gloria señores.
Al día siguiente a las 9h ya estábamos listos para andar, 4 días y 3 noches de desconexión total. Nos esperaban paisajes de órdago, buena onda, camaradería, miles de flamencos y mucho, pero mucho frío.
Desde el principio nos tomamos las osas con mucha calma. Decidimos degustar cada parada como si fuera la última, regalándonos el tiempo necesario para explorar los rincones y tratar de sacar la mejor fotografía posible.
Uno de las experiencias más preciosas del primer día fue la interacción que tuvimos en una escuela de un pueblo perdido en medio del desierto. Un servidor repasó diferentes tipos de alimentos con los chavales, Andy improvisó una clase de Geografía y con Skip y Sarah nos curramos una sesión de gimnasia.
La ternura, la pasión, la bondad y la ilusión que es capaz de regalarte un pequeñajo son impagables.
La tarde también terminó por ser movidita; acabamos jugando un partido de fútbol con los niños locales del pueblo en el que pernoctamos. La verdad es que duramos bien poco. Correr detrás del balón a 4000 metros de altura no es precisamente moco de pavo.
El siguiente día nos esperaba la jornada más larga de todas, repleta de deliciosos paisajes, entre ellos la laguna verde, el desierto de Dalí, miles de flamencos y cuando digo miles no se piensen que me dejo llevar por la intensa exageración en la que a menudo me inmiscuyo.
El regalo del día fue un caluroso baño en aguas termales a 5000 metros de altura.
Por la noche destapamos alguna cerveza y vino, y brindamos en honor del que hubiera sido el 60 aniversario de mi madre.
El tercer día seguimos maravillados entre constantes cambios de paisaje, con los ojos abiertos como platos entre la Laguna Colorada, el desierto de Siloli, donde se halla el famoso árbol de piedra, y finalizamos en un mini salar, salar de Chiguana que nos sirvió como aperitivo del inmenso salar de Uyuni.
La última noche tuvo lugar en un hotel construido enteramente de sal.
Andábamos exhaustos y excitados a la par. Debíamos despertarnos a las 4h para disfrutar con la salida del sol y gozar el salar a pleno pulmón. Fue sin lugar a dudas uno de los puntos fuertes del viaje. Jugamos con el efecto fotográfico que causa el blanco e hicimos alrededor de 300 fotos en cuestión de minutos. En el salar puedes escuchar un silencio precioso y acariciar unas vistas únicas en el mundo.
Recuerdo con máximo cariño la despedida con Andy. Nervios a flor de piel y mucho amor de por medio se cruzaron en un mar de lágrimas. Bye bye bro. Bye bye Sky y Sarah. Love u all ¡!
En la paz pasé 3 días, uno de ellos lo dediqué entero a una visita de urgencias en la cruz roja. En Tupiza tuve una caída de las tontas en la piscina que tras especulaciones bien feas apuntaba a una rotura de una costilla. Por suerte terminé con una aguja enorme clavada en mi culo y una ristra de medicamentos para calmar mi dolor.
Vi las estrellas, pero el saber que mi viaje continuaría sin problemas me alivio todo el dolor posible. Pueden imaginarse el mal rato que pasé durante el meticuloso proceso de revelado de la radiografía. Toma de foto, revelado, secado al estilo añejo…secador en mano y ffffff ffffff, así, durante 45 minutos de interminable sufrimiento.
Para curarme del susto me regalé otra visita al Chen Kang. Bolivia ha dejado marca para siempre.
Hoy voy de vuelta a Centro América. First stop: Nicaragua.
Les echo mucho de menos pero no tanto como para volver
Love
Willy

3 comentarios: